El trabajo, habitualmente, se lleva a cabo dentro de un entorno que va a determinar el ecosistema en el que se desarrolla y también va a incidir en la forma de actuar de los trabajadores. La cultura, es decir, el entorno de valores y principios que existen en las organizaciones surge de la experiencia común a la hora de solucionar los problemas internos de las mismas.
La cultura también se basa en los problemas de supervivencia que se producen en los medios externos de las organizaciones. Y está en directa relación con la identidad de la misma y consigue diferenciar a unas compañías de otras.
Pero, la ética no influye solo en las organizaciones, sino que es un ingrediente básico en el comportamiento que la opinión pública exige a los políticos, funcionarios, empresarios y ejecutivos. Sin extendernos en consideraciones sobre lo que representa la ética, al menos por exclusión podemos decir que un comportamiento ético es algo más que no ser corrupto. Ello implica entre otras cosas que las empresas sirvan de un modo efectivo a las personas y la sociedad.
Somos testigos de cómo en las organizaciones empresariales ha empezado a estar demodé la utilización de credos y códigos éticos. También ha comenzado a instaurarse sistemas de formación ética y a hacerse efectivos el seguimiento por parte de los trabajadores de las exigencias establecidas en este aspecto.
Ética y misión de las organizaciones.
La ética no puede estar desvinculada de la misión que la empresa tiene. Es decir, de cumplir el fin para el que se ha creado (en esto evidentemente se sobrentiende que está incluida la obtención de beneficios).
Independientemente de cuál sea la cultura empresarial de cada organización es necesario el mantenimiento de una estricta ética. Incluso cabe destacar que a medio plazo está demostrado que una mala praxis llevará irremisiblemente al fracaso el proyecto empresarial.
Siempre que la misión con la que ha nacido la empresa sea honesta, la ética que debe guiar las decisiones empresariales se hace factible. Bajo esos parámetros – una misión honesta – el beneficio económico no puede ser el único imperativo que guie la actividad empresarial.